Tipos de actitudes en el trabajo

Tipos de actitudes en el trabajo

Tipos de actitudes en el trabajo

Tipos de actitud en el comportamiento organizativo

Una actitud podría definirse generalmente como la forma en que una persona responde a su entorno, ya sea positiva o negativamente. La definición de actitud es, sin embargo, fuente de discusión y debate.
A la hora de definir la actitud, conviene tener en cuenta dos conflictos útiles. El primero es la existencia de ambivalencia o diferencias de actitud hacia una persona, objeto, situación, etc., de la misma persona, a veces al mismo tiempo. Esta ambivalencia indica que la actitud es intrínsecamente más compleja que una simple escala móvil de positivo y negativo, y la definición de estos ejes de diferentes maneras es integral para identificar la esencia de la actitud. El segundo conflicto a tener en cuenta es el grado de actitud implícita frente a la explícita, es decir, subconsciente frente a consciente. De hecho, las personas suelen desconocer por completo sus actitudes implícitas, lo que complica la capacidad de estudiarlas e interpretarlas con precisión.
La conclusión es que hay que ser específico cuando se habla de actitudes y definir los términos con cuidado. Para un directivo, decir que alguien tiene una actitud, o que alguien está siendo negativo o positivo sobre algo, es vago y no constructivo. El trabajo del directivo es observar y tratar de identificar las posibles causas y efectos de la perspectiva de una persona sobre algo.

Actitud y comportamiento en el trabajo

El término «actitud» se refiere al estado mental de un individuo, que se basa en sus creencias o sistema de valores, en sus emociones y en la tendencia a actuar de una determinada manera. La actitud de una persona refleja cómo piensa, siente y se comporta en una situación determinada.Home / Uncategorized / 3 tipos de actitudes perfectamente explicadas de principio a fin
El término «actitud» se refiere al estado mental de un individuo, que se basa en sus creencias o sistema de valores, en sus emociones y en la tendencia a actuar de una determinada manera. La actitud de una persona refleja cómo piensa, siente y se comporta en una situación determinada.
La actitud puede definirse como nuestra respuesta a personas, lugares, cosas o acontecimientos de la vida. Puede denominarse como el punto de vista de una persona, su mentalidad, sus creencias, etc. Nuestra actitud hacia las personas, los lugares, las cosas o las situaciones determina las decisiones que tomamos. La actitud se compone de tres elementos: el cognitivo, el afectivo/emocional y el conductual. Básicamente, el componente cognitivo se basa en la información o el conocimiento, mientras que el componente afectivo se basa en los sentimientos. El componente conductual refleja cómo la actitud afecta al modo en que actuamos o nos comportamos.

Actitud en el trabajo

Las actitudes y los comportamientos relacionados con el trabajo tienen que ver con varios aspectos del propio trabajo, el entorno (y la organización) en el que se realiza el trabajo y las personas que participan en él. – Greenberg y Baron (2000, p. 170)
Si preguntáramos a otras personas sobre su actitud hacia la religión, el deporte o la organización para la que trabajan, es posible que obtuviéramos una respuesta sencilla, pero las razones que subyacen a la respuesta son probablemente complejas. Para comprender plenamente las actitudes, debemos considerar sus componentes fundamentales.
Una persona puede tener miles de actitudes, pero en el ámbito del comportamiento organizativo, los investigadores centran su atención en tres tipos de actitudes relacionadas con el trabajo. Se trata de la satisfacción laboral, la implicación en el trabajo y el compromiso organizativo.

Actitud en el trabajo

Las actitudes en el lugar de trabajo afectan a algo más que al rendimiento laboral de un individuo. La actitud de una persona puede afectar a todas las personas de una organización, desde el propietario hasta los demás empleados, clientes, proveedores e incluso accionistas.
Al mismo tiempo, como gerente, aprender a trabajar con la gente a un nivel que impacte positivamente en su actitud puede parecer como hacer de niñera. Es fácil que los directivos caigan en la trampa de pensar que actuar como un adulto y ser positivo es parte de lo que les pago por hacer.
Si bien es cierto que podemos esperar un determinado estándar de comportamiento de los empleados, exigirles que lo cumplan -sin trabajar para ayudarles a alcanzar nuestros estándares- no es suficiente. Como directivos, no sólo podemos influir en las actitudes de nuestros empleados, sino también en la cultura de nuestra organización. Y una cultura que refuerza las actitudes positivas en el lugar de trabajo dará lugar a beneficios espectaculares para los empleadores, los miembros del equipo y el resultado final. Una cultura innecesariamente negativa, por el contrario, provocará estrés y falta de compromiso, y aumentará la rotación de los empleados.