Las salamandras son venenosas

Las salamandras son venenosas

Las salamandras son venenosas

La salamandra más venenosa

Los anfibios -ranas, tritones, sapos y salamandras- están dotados de mecanismos de defensa que merecen mucha precaución. Algunas de las potentes toxinas que producen son la digoxina, las triptaminas y la tetrodotoxina. Éstas pueden provocar diversos síntomas, como ritmo cardíaco irregular, mareos, paros cardíacos y parálisis. También se sabe que las ranas y los sapos transmiten la Salmonella a los humanos.
Los anfibios son vertebrados de sangre fría compuestos por ranas, tritones, sapos y salamandras (las cecilias son anfibios pero no se sabe que supongan un riesgo para los humanos). El nombre de anfibio procede del término griego amphibios, que significa «doble vida». Esto refleja que viven tanto en la tierra como en el agua.
Los sapos son un tipo de rana, pero no todas las ranas son sapos. Las ranas y los sapos se parecen mucho, pero hay algunas diferencias clave. Las ranas suelen tener las patas más largas y la piel suave y húmeda, mientras que los sapos tienen las patas más cortas y la piel seca y áspera. La piel más seca y áspera del sapo le permite desarrollarse en tierra firme, mientras que las ranas suelen encontrarse más cerca del agua. Las patas más largas de la rana le permiten saltar, mientras que el sapo, con sus patas ligeramente más cortas, tiende a caminar por la tierra.

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Ya hemos visto reptiles psicodélicos en este blog.    Seguramente, estarás pensando, el conjunto de especies psicodélicas es relativamente limitado. ¡No tan rápido!    Los venenos son increíblemente importantes para la defensa de los anfibios, por lo que suele haber muchos anfibios venenosos.    Y, por la razón que sea, a los humanos les gusta ingerir estas pretendidas toxinas para probar y experimentar sus efectos secundarios de alteración mental más leves.    Como los anfibios viven tanto en el agua como en la tierra y pueden respirar y absorber agua a través de su piel, necesitan una piel relativamente suave, flexible y porosa, lo que les hace vulnerables a los depredadores.    Las toxinas venenosas resuelven este problema transformando al anfibio de un globo de carne aparentemente jugoso en una noche segura de intoxicación para los depredadores. A lo largo de la evolución, los depredadores que coexisten con estos anfibios desarrollan una aversión programada a las presas anfibias. Esta función defensiva se ha citado a menudo como la principal, si no la única, razón de la producción de veneno en los anfibios (1).
Izquierda: Las enfermedades fúngicas, como el hongo quítrido, y una enfermedad de las salamandras recientemente descubierta (Bsal, en la foto) pueden matar a los anfibios delicados al infectar su piel. A la derecha: Esporas de hongos creciendo entre las células de la piel de los anfibios. [Fuente] [Fuente]

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La evolución hace que los animales se adapten a su entorno. Las adaptaciones visuales incluyen rayas para ayudar a un animal a mimetizarse con las praderas o los arbustos, o animales que adoptan la apariencia de su entorno utilizando el camuflaje, como los insectos palo o un pulpo en el fondo del mar.
Pero algunos animales se exhiben abiertamente como un anuncio diciendo aquí estoy, ¿puedes verme? A veces estos animales advierten a los depredadores de que son venenosos o peligrosos. Se trata del aposematismo, una coloración animal que sirve de advertencia y que procede del griego antiguo de apo lejos y sema signo. Un reciente trabajo publicado en el Journal of Zoology ha analizado si los colores más brillantes significan más toxicidad.
El aposematismo es una estrategia evolutiva de supervivencia de las especies de presa. Combina una señal -que puede ser visual, química o acústica- con alguna forma de defensa química. Se espera que el depredador aprenda a evitar las presas de mal sabor o tóxicas, asociando las señales con algo que debe evitar. Es una táctica muy utilizada en el reino animal por invertebrados, mamíferos y anfibios.

Tritón de vientre de fuego japonés

Las salamandras son un grupo de anfibios que se caracterizan por su aspecto de lagarto, con cuerpos delgados, hocicos romos, extremidades cortas que se proyectan en ángulo recto con el cuerpo y la presencia de una cola tanto en las larvas como en los adultos. Las 10 familias de salamandras actuales se agrupan en el orden Urodela. La diversidad de salamandras es mayor en el hemisferio norte y la mayoría de las especies se encuentran en el ámbito holártico, con algunas especies presentes en el ámbito neotropical.
Las salamandras rara vez tienen más de cuatro dedos en las patas delanteras y cinco en las traseras, pero algunas especies tienen menos dígitos y otras carecen de extremidades traseras. Su piel permeable les hace depender de hábitats en o cerca del agua u otros lugares frescos y húmedos. Algunas especies de salamandras son totalmente acuáticas durante toda su vida, otras se meten en el agua de forma intermitente y otras son totalmente terrestres cuando son adultas. Son capaces de regenerar las extremidades perdidas y otras partes dañadas de su cuerpo. Los investigadores esperan poder aplicar la ingeniería inversa a sus extraordinarios procesos de regeneración para posibles aplicaciones médicas en el ser humano, como el tratamiento de lesiones cerebrales y de la médula espinal o la prevención de cicatrices perjudiciales durante la recuperación de una operación de corazón[2] Los miembros de la familia Salamandridae se conocen sobre todo como tritones y carecen de los surcos costales a lo largo de los lados de sus cuerpos típicos de otros grupos. La piel de algunas especies contiene el potente veneno tetrodotoxina; estas salamandras suelen moverse lentamente y tienen una coloración brillante de advertencia para anunciar su toxicidad. Las salamandras suelen poner sus huevos en el agua y tienen larvas acuáticas, pero su ciclo vital varía mucho. Algunas especies que viven en entornos difíciles se reproducen cuando todavía están en estado larvario.